domingo, 21 de noviembre de 2010

Cuento III

rase una vez un aventurero pirata llamado Amadoul. El pequeño pirata, que tenía tapado un ojo y un loro en el hombro, vivía en un lugar lejano, oscuro, rodeado de un montón de amigos piratas.
Un día el pirata, como era muy muy valiente, decidió salir de su tierra para conquistar otro país y convertirse en el jefe del mismo, para así tener todo el oro, todos los regalos y toda la comida que quisiese.
Para ello, ordenó a todos sus amigos los piratas que le ayudasen a construir un barco de papel. El barco tenía que ser grande, y muy bonito, así que emplearon mucho tiempo y muchas monedas de oro en que quedara lo mejor posible. Todos sabían que iba a ser un viaje muy duro, pero merecía la pena el esfuerzo para gobernar un nuevo lugar.
El día en el que emprenderían su viaje, el pirata Amadoul tuvo que despertarse muy temprano... Tan temprano que ni siquiera había salido el Sol a saludarles. 
El pirata se vistió con la ropa más abrigada que tenía, y se puso un gorro y unas botas calentitas a pesar del calor que hacía en su casa. Pero Amadoul sabía que necesitaba esa ropa como armadura para defenderse de los monstruos con los que tendría que luchar.
Después de mucho caminar, el pirata y sus amigos llegaron al barco de papel que, tal y como esperaban, había quedado perfecto. Y así, cuando todos los piratas se habían montado en él, se dispusieron a surcar las aguas del inmenso océano con una valentía extraordinaria.
Las primeras horas de viaje fueron realmente tranquilas, el mar se estaba portando muy bien, todos estaban ilusionados y contentos. El problema fue cuando llegó la oscuridad. Durante la noche, un malvado y feroz dragón sopló con fuerza sobre el barquito de papel y provocó que este se tambaleara a un lado y a otro. Las olas cada vez era más grandes y Amadoul agarró su espada y luchó con todas sus fuerzas por sobrevivir. Algunos de los piratas cayeron al mar, y a pesar de los esfuerzos, no se pudo hacer nada por ellos. Después de horas luchando contra el bravo dragón, el Sol, que era amigo del pequeño pirata, consiguió que el mar se calmara. 
Sus amigos estaban exhaustos, no quedaba comida ni agua, y muchos de ellos decidían echarse la siesta para siempre.
Pocos sobrevivieron al duro viaje, pero después de mucho tiempo... ¡¡¡TIERRA A LA VISTA!!!  La nueva tierra estaba allí."


-Y eso, mi amor, es lo que haremos mañana.

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